Apartes de "Coyunturas evolutivas de la organización" Primera parte del ensayo:
"DE LA ORGANIZACIÓN MÁQUINA A LA ORGANIZACIÓN VIVIENTE
Un ciclo evolutivo de la fragmentación a la integración"
© 2015, Juan Sebastián Cárdenas Salas
3. Influencias biológicas en la evolución del pensamiento social
Surgimiento de la concepción biológica de los sistemas sociales
Es claro que las bases de la biología evolutiva sentadas por Darwin en su teoría del origen de las especies escalaron los ámbitos del pensamiento y la evolución social. En las últimas décadas del siglo XIX y a inicios del siglo XX varios pensadores sociales influenciados por la visión Darwinista aún sin haberse desarrollado un marco de estudio contundente sobre el análisis de sistemas sociales desde fenómenos biológicos evidenciaban en sus escritos alegorías de las sociedades en relación con la naturaleza de otras especies vivientes. Aspecto que progresivamente pasó de la metáfora a tomar forma científica a través de diferentes hombres de ciencia.
El mismo Charles Darwin hacía constantes analogías de su teoría de la evolución biológica refiriéndose al tema social más por funcionalidad simbólica que con rigor científico. Lamentablemente, algunas de ellas potenciaron el enfoque fragmentador y fueron utilizadas a posteriori como cimiento ideológico en dirección a justificar explotación y exterminio[1]:
“En las sociedades civilizadas existe un importante obstáculo que impide el aumento de los hombres de una clase superior, sobre el cual ha insistido principalmente M. Greg y M. Galton, á saber, que los pobres y los indolentes, á menudo degradados por el vicio, se casan invariablemente muy pronto; mientras que las personas prudentes y económicas se casan tarde para poder procurarse mejor su subsistencia y la de sus hijos. […] De esto resulta que los individuos perezosos, degradados y á menudo viciosos, tienden á aumentar más rápidamente que los que son más prudentes, y ordinariamente más razonables. He aquí lo que sobre este particular dice M, Greg: ‘El irlandés, sucio, inepto, poco ambicioso, se multiplica como el conejo; el escocés, frugal, previsor, respetuoso consigo mismo y noblemente ambicioso, de una moralidad rígida, espiritualista en su fe, sagaz é inteligente, pasa sus más bellos años luchando con el celibato, se casa tarde y deja pocos descendientes. […] En la eterna lucha por la existencia, la raza inferior y la menos favorecida sería la que hubiera prevalecido y no á causa de sus buenas cualidades, sino de sus defectos.’” (Darwin, 1871: 133)
El antropólogo y sociólogo Herbert Spencer, quién acuñara el término Evolucionismo social, fue la primera persona que tomó como referente la teoría de la evolución para demostrar sus aplicaciones sociales. En su ensayo de 1860 titulado “El Organismo Social” (The Social Organism), Spencer se refiere a la sociedad como un ser viviente que evoluciona de forma similar al organismo biológico:
“De tal forma que este bosquejo general es la evidencia que justifica el comparar las sociedades con los organismos vivos. Las cuales también aumentan gradualmente en masa; poco a poco se vuelven más complejas; crecen de manera correlacionada; y continúan viviendo y creciendo como un todo, mientras que generaciones sucesivas de las [células que las componen] siguen apareciendo y desapareciendo […] son estas las peculiaridades habituales que los cuerpos políticos tienen en común con todos los organismos vivos; y razón por la que ellos al igual que los organismos vivos se diferencian de todo lo demás.” (Spencer, 1992)
Desde ese entonces dicha concepción empezó a tener efecto en el ámbito académico, científico y artístico. Oscar Wilde, quién se refirió a Darwin como un gran hombre de ciencia (Wilde, 1865), expuso en su momento una de sus ideas en contra del capitalismo afirmando que:
“el socialismo […] al convertir la propiedad privada en riqueza pública, […] devolvería a la sociedad a su estado natural como un organismo íntegramente saludable.” (Wilde, 1865: 293) [2]
Iniciando el siglo XX en el campo de la geografía se pensaron y definieron los estados-nación conforme a seres vivos bajo una notable influencia de las teorías de Darwin (Cairo, 2011). La palabra “Geopolítica” (Geopolitik) fue acuñada en el año 1916 por el geógrafo sueco Rudolf Kjellén en el libro que precisamente denominó: “El Estado como organismo viviente” (Staten som livsform). Asimismo, el geógrafo alemán Friedrich Ratzel -en conjunto con Kjellén precursor de dicho estudio- incorporó la expresión darwiniana “espacio vital” (Lebensraum) al léxico geopolítico y las relaciones internacionales con el fin de enfatizar las muchas similitudes de los estados-nación con los organismos vivientes (Cairo, 2011).
Brooks Adams[3] (1913), al expresar sus convicciones sobre el establecimiento de la sociedad capitalista y la desigualdad social que impulsó la Revolución industrial (especialmente en el ámbito estadounidense), se refirió a la sociedad humana como:
“un organismo viviente que trabaja mecánicamente como cualquier otro organismo. El cual está compuesto por órganos, circulación de aire, sistema nervioso, y se encuentra envuelto en una especie de piel, entretejida por sus instituciones.” (Adams, 1913:5)
Luego, en la década de 1920, empezó a germinar el pensamiento de sistemas en las esferas de la biología organicista, la psicología gestalt, y la ecología[4] simultáneamente (Capra, 1997). De ahí, soportados en estos tres campos, varios científicos examinaron el surgimiento de sistemas vivientes, o en otras palabras, “colectividades cuyas propiedades no pueden ser limitadas a las partes más pequeñas que las componen.” (Capra, 1997).
Gracias a las investigaciones emprendidas veinte años atrás, la década de los 40 fue crucial en la consolidación de una propuesta de estudio en sistemas. Para esta época ya había un marco teórico coherente que describía de manera clara los patrones de organización de los sistemas vivientes (Capra, 1997). De aquí en adelante aparecieron en escena otras personalidades para integrar la inteligencia colectiva que paso a paso empezó a escalar los fenómenos biológicos, psicológicos y sociales (biopsicosociales) a las dinámicas corporativas.
Entre ellos se encuentra el físico Erwin Schrödinger, uno de los precursores de la teoría quántica, quién con su novedosa exploración acerca de la estructura molecular de los genes cambió el curso del estudio de la biología genética/molecular abriendo un camino importante para comprender mejor la interacción armónica de organismos vivos desde su mínima expresión (Schrödinger, 1944, Capra, 1997). En esta misma línea el biólogo y filósofo Ludwig Von Bertalanfy con la Teoría General de los Sistemas posibilitó el estudio de los organismos como conjuntos abiertos interrelacionados con otros sistemas de orden superior enfatizando en la visión organísmica, integradora y humanista opuesta al planteamiento de la escuela mecanicista (Bertalanfy, 1968, Luhmann, 1992, Maturana y Varela, 1994, Capra, 1997). Además, fue el mismo Bertalanfy quien inspiró la concepción holística del modelo bio-psico-social planteado por el psiquiatra George L. Engel (1977) como el punto perentorio hacia donde debía evolucionar la aún vigente y alarmante posición fragmentada de la medicina tradicional (biomedicina) que considera irrelevantes los efectos del entorno social sobre la enfermedad psicofísica del individuo (Engel, 1977).
Subsecuentemente, sin desconocer los vínculos propiciados por el universo físico en cada entidad individual, los biólogos Humberto Maturana y Francisco Varela (1984, 1994) retomaron el planteamiento de los seres vivos como sistemas abiertos para rebatirlo desde un planteamiento de corte mecanicista enmarcado en el concepto que Maturana definió como autopoiesis[5], o el conjunto de relaciones que se tejen de forma independiente y autónoma partiendo de la estructura molecular de un organismo vivo con el fin de facilitar sus variadas funciones (reproducción, interrelación, desarrollo y supervivencia). No obstante, Maturana (1994) luego se dio cuenta que no podía limitar tal concepto para referirse solamente a la organización de los seres vivos puesto que dicha ordenación “puede ser realizada en muchos dominios diferentes con clases distintas de componentes” (Maturana y Varela, 1994:18). Particularidad que dio origen al concepto de los sistemas autopoiéticos de distinto orden:
“Ciertamente es posible distinguir entre los seres vivos sistemas autopoiéticos de distintos órdenes según el dominio en que ésta se realiza. […] las células son sistemas autopoiéticos de primer orden en tanto ellas existen directamente como sistemas autopoiéticos moleculares, y los organismos somos sistemas autopoiéticos de segundo orden en tanto somos sistemas autopoiéticos como agregados celulares. Sin duda es posible hablar de sistemas autopoiéticos de tercer orden al considerar el caso de una colmena, o de una colonia, o de una familia, o de un sistema social como un agregado de organismos.” (Maturana y Varela, 1994:18)
El sociólogo Niklas Luhmann (1992) partiendo del concepto de la autopoiesis dio total relevancia a las comunicaciones como la piedra angular en el desarrollo de los sistemas sociales (Sistemas Sociales Autopoiéticos) incluso por encima de los vínculos y derivaciones de los componentes físicos que los integran (Pignuoli, 2013):
"...siempre que se establezca una relación comunicativa autopoiética, que limite su comunicación y se diferencie así de un medio ambiente. Por lo tanto, los sistemas sociales no están conformados por hombres ni por acciones, sino por comunicaciones" (Luhmann citado por Scheinsohn, 2011:128).
Representación que Maturana (1994), quién acuñara el término, también rebatió considerando que “las comunicaciones son puramente comunicaciones” e integran un dominio diferente al de los sistemas autopoiéticos cuyo enlace se encuentra ubicado en el aspecto dialéctico y la expresión cultural de dichos sistemas (Maturana y Varela, 1994). A pesar de estas habituales diferencias que se presentan en la discusión científica el enfoque de Luhmann ha proporcionado bases relevantes al entendimiento de los sistemas sociales.
Ya para la década de los 80, Richard Dawkins (Dawkins, 1985, Steele, 1996, Hodgson, 2005) retomando a Herbert Spencer y con una mejor visibilidad en cuanto a la Teoría de sistemas evolucionó el término a Darwinismo Universal. De este modo y similar a Spencer sugirió que los principios de las teorías de Darwin (variación, reproducción y selección natural) no solo aplican para fenómenos naturales sino, en efecto, en variados sistemas abiertos que incluyen la evolución sociocultural del ser humano y su entorno (espacio que facilita la convivencia institucional).
Otro de los pensadores prominentes influenciados por la Teoría de sistemas fue el filósofo y sociólogo Edgar Morín (1998) quién se basó en esta para aportar su visión sobre el pensamiento complejo enfatizando en la “tara semántica” o malinterpretación cartesiana que la “inteligencia ciega” gobernante le ha dado al término “complejidad” como fragmentadora de lo simple:
“Mientras que el pensamiento simplificador desintegra la complejidad de lo real, el pensamiento complejo integra lo más posible los modos simplificadores de pensar, pero rechaza las consecuencias mutilantes, reduccionistas, unidimensionalizantes y finalmente cegadoras de una simplificación que se toma por reflejo de aquello que hubiere de real en la realidad.” (Morin, 1998: 22)
Asimismo, el profesor Fritjof Capra (1997) desde los años 70 y en la actualidad viene aportado un marco teórico e investigativo notables, tomando como punto de partida la significativa evolución que ha experimentado el pensamiento sistémico entre la tradicional Teoría de Sistemas surgida en los 40´s y las diferentes teorías de los sistemas vivientes que se han venido consolidando durante los últimos casi cuarenta años. Para entender mejor la complejidad de estos nexos el profesor Capra ha trabajado en un lenguaje matemático no lineal cuyo resultado no es una fórmula numérica sino un patrón visual. Así, esta metodología que él mismo denomina “las nuevas matemáticas de la complejidad”, deja en un segundo plano el paradigma racional del “número” y la “cantidad” para proveer de manera cualitativa cierto orden al caos que se presenta en los patrones de relacionamiento que determinan las características esenciales de los sistemas.
Influencia en la visión de la gestión corporativa
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[1] “Razas superiores e inferiores” o “Razas salvajes o civilizadas” clara muestra de la visión fragmentada a la que se refirió David Bohm.
[2] “Bajo el socialismo […] No habrá personas viviendo en pestilentes cuevas y harapos, y se podrán educar los niños enfermizos y hambrientos que se encuentran en medio de los imposibles y despreciables alrededores.” (Wilde, 1865: 293). Observación hecha aún sin saber que el socialismo extremista -y corrupto- se convertiría en enfermedad social.
[3] Predijo que Nueva York se convertiría en el centro de la supremacía económica y del comercio de los Estados Unidos (Adams, 1913).
[4] Término acuñado por el naturalista y filósofo alemán Hernest Haeckel quién luego de leer la obra de Darwin en 1859 dejó a un lado sus estudios en física. Siempre dudo de la explicación teológica y mística de la creación del universo. Por lo tanto, con base en los argumentos de la teoría de la evolución, emprendió un ataque en contra de los paradigmas del dogma religioso que explicaba la creación del mundo desde la mística (UCMP, 2015).
[5] Palabra que nació de la necesidad del biólogo por reemplazar la expresión “organización circular” por una palabra más evocadora de lo vivo (Maturana y Varela, 1994): “ Así, un día que yo visitaba un amigo […], mientras él me hablaba del dilema del caballero Quejana (después Quijote de la mancha) en la duda de si seguir el camino de las armas, esto es […] de la praxis, o el camino de las letras, esto es […] de la poiesis, me percaté de que la palabra que necesitaba era autopoiesis” (Maturana y Varela, 1994:17)